Yito, el caballito de mar

16.02.2019

Había una vez en el fondo del mar, una escuela donde acudían los caballitos de mar. En la clase había un caballito que se llamaba Yito, era un caballito muy respondón y desobediente: si la maestra mandaba colorear un dibujo, Yito no hacía caso e intentaba irse al rincón con los juguetes. A la señorita Caballito de mar no le gustaba que fueran desobedientes porque decía:

- Si no obedecen a la maestra no puede funcionar la clase y no aprenderán nada.

Los demás caballitos eran muy obedientes y comprendían que en la escuela iban a aprender, que para aprender hay que esforzarse y, a veces, hacer cosas que no nos gustan, aunque otras veces es divertido. Además, Yito siempre se quejaba de todo; un día la señorita mandó hacer una tarea por grupos y Yito empezó a reclamar:

- A mí no me gusta y además no me quiero hacerlo.

Lo demás caballitos de mar lo miraban sorprendidos, porque nunca habían contestado así a su maestra, a la que querían mucho. Todos estaban un poco hartos de que se negara a hacer cosas. Hasta con los demás caballitos protestaba, reclamaba y desobedecía. Cuando jugaban a"Las atrapadas" u otro juego (con reglas) siempre decía que no lo conocía e incumplía las reglas del juego, por eso no querían jugar con él.

Pero un día, ¿sabes qué pasó? Los caballitos estaban en el patio del recreo, como llegó la hora de ir al salón, la señorita Caballito de mar avisó a todos los caballitos de mar para volver a clase.

¡Claro!, como Yito era muy desobediente, no hizo caso a lo que decía y siguió jugando como si nada. Pero después se sintió solo y salió corriendo.

Cuando estaba cerca de la puerta empezaron a salir los mayores de clase y, sin darse cuenta, pasaron por encima de Yito que se había caído.

Cuando la señorita se dio cuenta de faltaba uno de sus alumnos, salió a buscar a Yito y tuvieron que ponerle yeso en la colita por las heridas que sufrió de los caballos de mar más grandes, así que estuvo varios días sin ir a la escuela.

Comprendió que eso le había pasado por no haber escuchado a la maestra; así que poco a poco fue más obediente y se sintió más contento y feliz.

Por: Anónimo
Adaptación: Ariadna M. Santa Anna
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