La Osa Rosa
Había una vez una osa que se llamaba Rosa y cursaba la clase español con los alumnos de segundo grado de primaria.
La osa Rosa iba contenta al colegio, porque tenía amigos en su clase y su maestra osa era muy buena y la quería mucho. Pero a la osa Rosa, no le gustaba mucho trabajar en la clase. Si la maestra daba un dibujo para colorear, ella rápidamente decía:
- ¡Me canso! Y aunque la señorita osa le decía:
-¡Sigue un poquito más! La osa Rosa, no lo terminaba. Otro día la maestra dio una ficha del un libro para trabajar. Todos los ositos pusieron manos a la obra menos la osa Rosa que empezó a decir:
- ¡Ay! No me gusta. Y no la hizo.
Los ositos de la clase ya estaban empezando a aprender a leer y a escribir, pero a la osa Rosa eso no le gustaba. Ella quería irse al rincón a jugar a la cocinita, pero no se iba porque en la clase de la maestra, hasta que no se termina de trabajar, no se podía ir a jugar. La maestra, a veces, se cansaba de decirle: -Rosa, termina de hacer tu trabajo.
Pero la osa Rosa siempre decía: -¡No tengo ganas!

Los otros ositos, a veces, tampoco tenían
ganas, pero trabajaban porque tenían que hacerlo y querían aprender las
cosas que les daba su maestra. Además, luego se ponían muy contentos
cuando su maestra les ponía en la hoja "muy buen trabajo" y hasta les
daba un abrazo.
Como no podía jugar cuando los otros osos estaban haciendo su trabajo, se aburría. Intentaba charlar con ellos, pero le decían siempre: -Rosa, no me hables ahora, que estoy trabajando y no me quiero equivocar.
Y la osa Rosa se aburría mucho. Como no
hacía su trabajo, la osa Rosa no podía jugar con los otros niños en el
recreo, porque estaba terminando su tarea. Pero lo peor ocurrió un día.
Como los ositos ya sabían leer y escribir un poco, porque habían
trabajado mucho, la maestra osa invitó a los papás, a las mamás y a los
abuelos a venir un día a la clase para que vieran cómo leían los
ositos.
Y así fue, se presentaron en la clase, se sentaron y la señorita dio a cada osito un trocito de un cuento muy facilito para que se lo leyeran a los papás. Todos los ositos fueron leyendo, algunos leían muy bien, otros se atrancaban un poquito. Los papás estaban muy contentos. Hasta que le tocó a la osa Rosa. Como no había trabajado nada en la clase no sabía nada de nada y se quedó callada.
- ¿Qué te pasa, Rosa? -le preguntó la maestra. -Que no se leer nada -dijo la osa Rosa. Se puso muy colorada y empezó a llorar. La mamá de la osa Rosa, preguntó:
-¿Y por qué mi hija no sabe leer? Entonces la maestra le dijo a la osa Rosa:
Explícaselo a tu mamá.
-Porque cuando los otros osos estaban aprendiendo yo no quería trabajar y nunca tenía ganas y no hacía nada en clase y aunque la señorita me lo decía, siempre decía que no me gustaba hacer nada -dijo la osa Rosa casi llorando.
La mamá de la osa Rosa se puso muy triste y sintió mucha vergüenza de ver que su hija era la única que no sabía leer de su clase. Como la osa Rosa lo pasó tan mal y sintió envidia de los otros ositos que se iban a casa tan contentos con un cuento de regalo, le pidió perdón a la maestra y le prometió tanto a ella como a su mamá que a partir de ahora trabajaría bien en la clase.
Y así fue. Desde ese día, cuando tocaba escribir, o dibujar o colorear, la osa Rosa también lo hacía. Al principio le costó mucho y se cansaba, pero descansaba un ratito y luego seguía. Ese fue su truco: trabajar cuando mandaban el trabajo. Si se cansaba, descansaba un poquito y luego seguía. Poco a poco se fue cansando menos y empezó a gustarle hacer las tareas de la escuela. Los otros ositos se lo decían a la señorita:
-La osa Rosa ya trabaja y puede venir luego a jugar con nosotros.
Y aprendió tantas cosas que en la fiesta de fin de curso leyó delante de todos los papás y lo hizo tan bien que su mamá se puso muy contenta y la señorita osa le dio muchos besos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Por: Jesús Jarque.
Adaptación: Ariadna M. Santa Anna